Optimización de producción y rendimiento de una planta de Biogás con residuos orgánicos.

En esta ocasión queremos ocuparnos de una de las energías que se postulan como las energías del futuro, desde una perspectiva de economía circular. El biogás es una energía renovable en la que se aprovechan los residuos orgánicos para producir energía que se puede utilizar para cualquier uso como el gas tradicional.

En Europa se genera una cantidad de residuos de entre 300 y 700 kg por persona y año, de estos residuos se estima que entre el 10 y el 20% son residuos orgánicos susceptibles de ser aprovechados para la producción de biogás. En cifras medias estaríamos hablando que hay entre 250 y 500 millones de toneladas de residuos orgánicos que se pueden aprovechar para la producción de biogás.

Todos estos residuos orgánicos de forma natural emanan gases de efecto invernadero tales como el metano o el CO2, al tratarlos para generar biogás, estos gases no se emiten de forma directa a la atmósfera y se pueden utilizar para producir la mencionada energía. 

Las poblaciones que colindan con los vertederos donde normalmente se vierten los residuos, son poblaciones que sufren de forma directa las consecuencias del no tratamiento de estos, pero el efecto va más allá, en su impacto directo sobre el medio ambiente.

Una planta de biogás tiene un esquema de funcionamiento teóricamente sencillo, se trata de un proceso en que seleccionan los residuos susceptibles de producir biogás y se introducen dentro de un digestor en el que los microorganismos presentes se encargan de biodegradar la materia orgánica. El metano producido puede desulfurizarse para inyectar directamente en la red de gas o bien usarlo para producir energía in situ a través de un motor de cogeneración.

Gracias al rendimiento de las plantas de biogás también pueden obtener otros subproductos tales como biofertilizantes.

Si bien es cierto que todo residuo orgánico puede ser usado, también lo es que existen residuos de más difícil biodigestión, en general, todos aquellos compuestos lignocelulósicos, ya que sus cadenas de carbono son largas y difíciles de romper para dar paso al metano. De entre estos residuos podemos encontrar entre otros, los siguientes:

  • Purines de las granjas 
  • Residuos de ensilado y heno
  • Recubrimientos de campo
  • Lecho de aves de corral
  • Residuos alimentarios de mataderos, producción de granos y harina, de leche, de patatas, de los productores de alimentos, por ejemplo, pasteles de panadería, carnes cocidas, etc., (no domésticos) procedentes de hoteles, etc., de los comercios.

De entre los residuos más fácilmente aprovechables podemos encontrar los siguientes:

  • Lodos de producción de alimentos de tanques de asentamiento, por ejemplo, trampas de grasa
  • Residuos alimentarios (domésticos): peladuras de verduras, porciones de verduras y carne desechadas, cocinadas o sin cocinar
  • Aguas residuales (lodos de depuración)
  • Vaciado de fosas sépticas.

La variedad de materias orgánicas son el principal elemento a valorar cuando se quiere calcular el beneficio que puede aportar el biodigestor. Como decíamos, es complejo utilizar residuos lignocelulósicos por su estructura molecular, pero Amapex ha desarrollado una solución capaz de degradar estas complejas estructuras de forma eficiente y sin perjudicar al normal funcionamiento de los biodigestores. Al mismo tiempo, con nuestra solución

reducimos notablemente el contenido de ácido sulfhídrico dentro de los biodigestores, ahorrando gastos de mantenimiento de los mismos.

Para hacer del biogas una energía de futuro es importante mejorar los rendimientos de los digestores y Amapex está en la senda para poder hacer de esto una realidad.

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